El pobre nivel del debate político que se desarrolla en Paraguay es probablemente consecuencia de décadas de dictadura militar opresiva que ha impedido por mucho tiempo la libre circulación de ideas, sofocando toda posibilidad de impulsar y debatir nuevos conceptos y perspectivas. La vuelta a la democracia en 1989 no ha sido suficiente para revertir esta realidad, y después de un cuarto de siglo todavía sufrimos la endémica ausencia de un debate político “serio”, que vaya más allá de la conquista del poder o la simple lucha electoral.El debate público nacional sigue siendo prisionero de un esquema de frases hechas y conceptos simplistas que, en vez de examinar cuidadosamente la realidad para poder interpretarla correctamente, se basa en preconceptos y elementos triviales fundados en el sentido común.
La realidad recién descrita envuelve como camisa de fuerza al debate político nacional, determinando la difusión de un sinfín de conceptos elementales e ideas confusas en el ámbito político, cultural y social, e inclusive en el mismo ámbito académico. Esta situación genera un ambiente cultural e intelectual lleno de preconceptos y simplificaciones, trasformando de esta manera todo debate sociopolítico en una confusa amalgama de conceptos reduccionistas y casi triviales, que de nada sirven para interpretar la realidad que nos rodea y encontrar soluciones a los problemas comunes, lo que al fin y al cabo es la función principal del “hacer política”.