La modernidad generalmente nos trae múltiples problemas políticos y sociales: problemas que en la actualidad se han visto ulteriormente complejizados debido a la pandemia de covid-19, que está arrasando el planeta desde inicio de 2020. Y sin embargo parecería que hoy los problemas que la sociedad diariamente enfrenta se hayan reducido exclusivamente a los que nos trajo el coronavirus. Pero estos últimos, por cuanto puedan ser graves, no pueden borrar del mapa todas esas problemáticas preexistentes que continúen incidiendo de manera importante y, por ciertos aspectos, hasta determinante, en nuestra vida diaria.
La problemática de la persistencia social del patriarcado, que continua imponiendo sus reglas de dominación sobre las mujeres, no ha cierto desaparecido debido al covid-19, al contrario se ha incrementado e impone continuas reflexiones por parte del mundo académico para enfrentarla. Lo mismo ocurre con respecto al rol del capital en nuestra vida social y económica, que la crisis económica por la pandemia no solamente no ha limitado, sino al contrario ha ulteriormente incrementado su importancia, invadiendo todos los aspectos de nuestra vida e imponiendo la búsqueda de soluciones que puedan limitar su dominación en todo aspecto social de la realidad humana. Y finalmente la problemática de la reforma del estado, y de la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, ha vuelto a ser el centro del debate público justamente debido a la pandemia; no solamente porque ha permitido comprobar empíricamente como las políticas neoliberales de reducción del Estado se han demostrado totalmente inadecuadas a enfrentar una epidemia de las proporciones gigantescas como la del covid-19, sino también porque ha demostrado de manera efectiva como sin un estado eficiente y socialmente presente no hay futuro para ninguna nación del planeta.